lunes, 25 de diciembre de 2017

Navidad, ¿dulce? Navidad

Este año la Navidad no la representan mis velas rojas ni mi miniarbol. Tampoco las felicitaciones sobre la mesa de la entradita ni la caja de Panetonne que conservo desde hace varios.

Este año el protagonista es mi Papá Noel de Burano roto.

Ese adornito que con tanta ilusión compré en mi penúltimo viaje, pero que no cuidé lo suficiente como para que llegara a casa intacto.

Ese que por mucho que cuyos fragmentos quiera adherir, quedará marcado para siempre por las grietas que un día lo despedazaron.

Supe que por mucho que quisiera, habría cambiado para siempre.

Sin embargo, me negué, por ello, a tirarlo a la basura, a mirar hacia otro lado y fingir que nunca se rompió o que nisiquiera existió.

Tras varias semanas reposando en el escritorio, cogí mi pegamento una mañana y me dispuse a reconstruirlo en varios tramos. No conseguí ocultar las líneas de rotura, y algún trocito ha quedado esquirlado. E incluso, sobra alguna viruta. Pero no pasa nada.

He sido valiente, y he decidido colgarlo. Así, cada vez que pase por la cocina y lo mire, me recordaré que aunque la Navidad nunca vuelva a ser igual, sigue existiendo, que depende de mí que siga teniendo un lugar, y que aunque alguna lágrima rebose de las cicatrices, debo aprovechar su presencia para apreciar lo que todavía me ofrece.
(sobran razones... papá, mamá, Máximo, mi sis, paseo marítimo el 31, uvas en la Constitución, todos los aves que quiera...)

Por eso. Feliz Navidad.