Mi vida puntoes
domingo, 5 de abril de 2020
Tiempo
miércoles, 13 de noviembre de 2019
Microgestos
jueves, 26 de septiembre de 2019
Brillar con luz propia
Hace algunos años se puso muy de moda, y de hecho lo hablaba en un post, eso de la zona de confort, la de pánico y la mágica.
Es muy gráfico, y muy real.
Ahora, de nuevo, he vuelto a cruzar esa pasarela.
Soy miedosa, valoro la comodidad, intento no perderla de cien maneras, pero por encima de todo, persigo lo que quiero, y no descanso hasta encontrar las armas para conseguirlo siempre.
Y, francamente, merece la pena.
No hay duda de que, con independencia de lo que venga, sentir que das un paso en la dirección correcta, afrontando los riesgos y consecuencias, es realmente mágico. Compensa. Siempre compensa.
Para mí, estos son los momentos por los que merece la pena luchar en la vida.
Esas sensaciones, las que refuerzan las convicciones. Y hacen creer en el instinto. Sensaciones de realización, y de fortuna.
No hay nada como vivir fluyendo.
Alcanzar una meta.
Caminar en el presente construyendo futuro.
Sin maquillaje, sin aditivos.
Brillando con luz propia.
lunes, 9 de septiembre de 2019
Vacío
Te invade justo un instante después de haber dado el paso definitivo.
Al principio parece vértigo, como si de un precipicio acabases de saltar. Indescriptible, potente, insoportable.
Tan sólo unos minutos más tarde, la aceleración del salto se empieza a desvanecer, iniciando la caída.
Sientes el estómago encoger.
Te duele, da vueltas, necesitas cubrirte la tripa con las manos para ofrecer protección, evitando que el pánico se apodere de tu cuerpo.
Quisieras volver a tierra firme. Esa tierra en la que, ya fuese en un sofá o de pié, de tacones, de puntillas o escondida en un huequito de la pared, te permitía agarrarte.
Esa tierra firme a la que ya no puedes volver.
Nerviosa, miras atrás, haces aspavientos en vano.
Piensas que tú, querías, o más bien supiste que tenías que saltar, pero te enfada que no te sujetaran, o intentaran convencer de permanecer.
Y sientes que es el producto de tu decisión, sin interferencias.
Lo que tenías en la cabeza, pero no en la emoción.
Aún esperas que sea un juego, y el cable elástico alcance su máximo. Que de forma inesperadamente emocionante retorne con un fuerte impulso hasta ese prado verde allá arriba.
Que te siente con las piernas colgando, de la cima a la pared y te permita admirar la inmensa brecha que acabas de sobrevolar, sin secuelas. Y sólo sea una experiencia intensa y que no quieres volver a repetir.
Pero tocas, palpas, buscas... y sigues sin encontrar el arnés.
Lo inevitable está por llegar.
Miedo. Tristeza. Angustia o ansiedad. Miras hacia todos lados buscando una salvación.
No hay rastros de vida humana que te devuelvan a ese prado verde.
Pasa tiempo. Interminable.
Parecen horas, días. No te rindes pero empiezas a pensar que es el final.
Tienes suerte. Miras abajo, y ves. Ves a toda esa gente que sin esperar nada a cambio, te han tendido un colchón, portan un botiquín, una mantita, y un cálido té.
Vas a caer, y las lesiones del impactos son inevitables.
Pero toda esa gente, que no puede devolverte a ese prado, sin embargo te espera para evitar lo peor.
Y caes, y te duele, acuden a tu socorro.
Te dejas querer.
Has logrado sobrevivir, y sientes que era una pesadilla pero estás para contarlo.
El vacío seguirá siendo vacío.
El vértigo, el pánico, el miedo, seguirán siendo parte de mi experiencia.
Donde me hice herida, cicatriz permanecerá.
Pero el dolor, con el debido tratamiento, irá remitiendo hasta ser parte del recuerdo.
Aún espero poder volver a ese prado sin sentir que tengo que saltar.
viernes, 19 de julio de 2019
El manzano fantástico
Es gracioso.
Tras decaer repetidamente en el intento de adornar mi mesa de despacho con plantas naturales, lo rescaté en una de mis visitas a Málaga.
Es un adorno que me ha acompañado casi siempre, que me identifica, y que al recordar la historia de cómo llego a mis manos, hoy me hace confirmar algunos rasgos de mi personalidad.
Lo vi, supe que me daba buena energía y que lo quería para mí. El señor de la tienda de muebles que nos vendía mi súper habitación, a regañadientes -pero dirigido por su superior-, accedió.
Fantasioso, fantástico o imposible. Gracioso, alegre, redondito.
Perenne estado de semimadurez. Positividad y buenas vibras.
Expectativas poco realistas.
Y un toque de capricho.
Yo y mis cosillas.
lunes, 8 de julio de 2019
Pasta mamá
De ella siempre dijimos «está hecha de otra pasta».
Al igual que cada material tiene sus propiedades, y una denominación, pero no reconozco ningún otro que sea igual.
Al pensar en ella, a lo que más se me parece es al acero y al algodón.
Algodón porque al pensarla la recuerdo blanda. Blanda, tierna y agradable como el algodón.
Cálida y acogedora, como una mantita en una tarde de invierno. De algodón.
Ella cuida, cura y mima. Con templanza y valentía. Como se curan las heridas.
Con algodón.
Pero sobretodo con dulzura, paciencia y mucho amor.
Al igual que este material, ella amortigua golpes, pues tiene un alto componente de comprensión.
Ella es de acero y algodón.
Para amortiguar sin romper, acero debajo lleva. Por eso digo que de acero también debe ser.
Comprometida.
Como los enlaces moleculares de este metal, fuertemente ligados, unidos íntimamente sin otra fácil intención.
Ella es torrente de energía incesante.
Siempre derrochando incondicional amor.
Como el acero, eres fortaleza.
Eres algodón.
Mamá, eres constancia y persistencia.
Indestructible. Aunque ser humano.
De acero y algodón.
Si además le sumas también GENEROSIDAD -en mayúsculas-, y perdón.
Definitivamente ella es un nuevo material, una pasta especial.
Que la hace única, grande, especial.
Ella es «pasta mamá».
miércoles, 29 de mayo de 2019
Buscando sitio
Si vueltas da mi vida, más vueltas llevo dadas con la «minibolilla» al barrio céntrico en el que vivo en los tres últimos años, tratando de conseguir aparcamiento.
Puedo pasar cuarenta y cinco minutos buscando sitio hasta calles limítrofes, y cuando llego a mi portal hay hueco en la misma puerta.
Otros, como hoy, doy vueltas hasta desistir, obligándome a llevar el coche hasta mi próximo destino, y al regresar hay un libre en la calle.
A veces, sin más, llego y ahí está mi sitio.
Todas las conjugaciones que se nos ocurran.
En esas horas de mi tiempo invertidas -además de pensar, entre muchas otras cosas, que el parking que comparto no me resulta muy operativo y debo de buscar mejores alternativas - se despierta mi faceta filosófica y pienso que encontrar aparcamiento es como la vida misma.
Siempre queremos lo mejor y prontito, pero a veces es preciso esperar, alejarse incluso, dejar de insistir, y regresar con otro aire, y de repente todo fluye.
Otras, simplemente hay que comprender que aunque buscábamos lo mejor, no podemos siempre conseguirlo, ni predecir lo que en otro lugar ocurre, optando por la mejor opción en ese preciso momento.
Afortunadamente, algunas son sencillas, y sin más dilación, suceden como deseamos.
Así es la vida. Caprichosa, a veces incontrolable, complicada o simple, pero sobretodo, cada vez diferente.
Hemos de estar preparados para buscar siempre lo mejor, pero también para aceptar, comprender y disfrutar cada día como si fuese el último.
Y es que, como dice Raquel, «lo hiciste lo mejor que pudiste en ese momento con lo que sabías».
*Aún conservo el apodo cariñoso que puso él a mi coche.