Es gracioso.
Tras decaer repetidamente en el intento de adornar mi mesa de despacho con plantas naturales, lo rescaté en una de mis visitas a Málaga.
Es un adorno que me ha acompañado casi siempre, que me identifica, y que al recordar la historia de cómo llego a mis manos, hoy me hace confirmar algunos rasgos de mi personalidad.
Lo vi, supe que me daba buena energía y que lo quería para mí. El señor de la tienda de muebles que nos vendía mi súper habitación, a regañadientes -pero dirigido por su superior-, accedió.
Fantasioso, fantástico o imposible. Gracioso, alegre, redondito.
Perenne estado de semimadurez. Positividad y buenas vibras.
Expectativas poco realistas.
Y un toque de capricho.
Yo y mis cosillas.