martes, 17 de noviembre de 2015

Una tarde de otoño en Madrid

a) Para un día que puedo dormir algo, que todos los días estoy agobiada de allí para acá,  me despierta el ruido de la Calle Alcalá. ¡En esta ciudad no se puede vivir tranquilo! Encima en este sofá incómodo de palo, si es que maldito el momento en que decidí romper mi comodidad para acabar viviendo en un piso compartido.  ¡Qué desgraciada soy!

b) Esta tarde he tenido la gran suerte de dormir una plácida siesta otoñal, mantita suave, y despertar despacito por la trompeta de un músico callejero que hoy ha decidido situarse junto a mi edificio. Suena bonito. Eso sí,  el sofá es un poco incómodo, pero en un tiempo comprare uno a mi gusto. Algún pensamiento inquietante viene a mí,  pero elijo ignorarlo en ese momento para disfrutar de lo especial que este nueva tarde, que no volverá, me está ofreciendo. Saco una sonrisa de satisfacción. Estoy en calma. ¡Soy feliz!

...Sólo tú decides que vida quieres vivir...

Observa. Acepta las cosas tal y como son. Focaliza tu atención en la belleza. No desperdicies tu tiempo.


domingo, 8 de noviembre de 2015

Hasta siempre amor

Lloré hasta la saciedad, me arrepentí casi un millón de veces, tuve miedo, mucho miedo, y aún hoy vuelvo a soñar contigo. Sin embargo, no. No me preguntes por qué. Porque te quiero. Pero no. Ojalá fuese todo diferente. Ojalá pudiese volver sin miedo y que abrieses tu corazón.  Porque te llevo en el mío. Pero no me dejas ni soy capaz. Deseo abrazarte. Qué absurdo todo. Te echo de menos. Pero no. Nunca te olvidaré. Por favor, vuelve. Hasta pronto. Adiós. 

martes, 3 de noviembre de 2015

Yoga y paciencia

Sí, lo reconozco. La paciencia es una de mis mayores carencias. Supongo que por una combinación entre las actitudes observadas en mi padre, mi carácter entusiasta y la "corta" edad. Como esta tercera variable es irremediablemente así, variable, y las experiencias vitales me van demostrando que no suele ayudar dicha actitud, me he interesado desde hace un tiempo por modular esa debilidad mía. 

Más allá del trabajo psicológico que me marcaba como objetivo en las charlas con Raquel, descubrí que el yoga ya estaba provocando efectos en mí sin necesidad de proponérmelo. Sin querer estaba empezando a incorporar la paciencia a mi vida. OMG!

Y es que, esta práctica milenaria es mucho más que un deporte. Podría pasar horas escribiendo sobre este gran descubrimiento mío. Pero pondré solo de muestra un botón:

Un asana. Lo que puede parecer un simple estiramiento. Conseguir y mantener una posición requiere control, estabilidad, concentración. Te obliga a ir despacio pero con firmeza. A tu ritmo, con calma pero con determinación. Eres tú quien decide, digno, cómo y cuando respirar. A qué ritmo moverte y con qué velocidad.

Y de repente, te sorprendes con una preciosa posición, en la que cuerpo, mente y energía conectan casi a la perfección.

Pd. Querido yoga, sé que este es sólo el inicio de una bonita relación.