lunes, 15 de enero de 2018

Game over

Estuve a punto de hacer un post llamado Burbujas. 

Una publicación a modo de queja, que retrataba la evolución de las relaciones efímeras. Explosivas, rápidas, marcadas por el deseo, la exaltación, la búsqueda de un ideal, un objetivo concreto. Casi todo fachada. Casi todo mentira.

Una burbujita, como esas pompas de jabón infantiles, que al empezar a hacerlas son bonitas, casi mágicas cuando crecen, que en su mayoría rompen rápido por querer hacerlas más grandes de lo que pueden ser, simplemente porque no tienen sustancia de donde crecer para la velocidad a la que se sopla. En el mejor de los casos lo permiten, cuando vas soplando con suavidad, se conforman como una burbuja completa y vuelan divertidas, pero se acaban diluyendo sin mucha más demora entre la brisa misma.

No puede ser metafóricamente más parecido. Y me fastidia que así sea.

Pero como dije, mi post iba un poco más allá. Y es que no me convenció. Lo dejé en «barbecho». No me gustaba escribir para quejarme sin más. Ya lo había hecho alguna vez en publis como Usar y tirar, Castillos de arena o Novio por catálogo y no había obtenido una respuesta que me hiciera sentir mejor.

Dándole vueltas a un comentario del último que me llevo a hacer pompitas me hice preguntas. ¿Por qué me molesta? ¿QUÉ me molesta? ¿Me molesta que explote rápido? ¿Que se aleje con la brisa misma? ¿O que sirva sencillamente para jugar y no esté mentalizada para aceptar las reglas del juego? ¿No es absurbo que quiera llevarme esas pompas a casa intactas y me frustre porque no lo soportan? ¿No debería quizás, si quiero una burbuja transparente, mágica y duradera, buscar otro material menos frágil, más solido, en otro lugar?

Cuando uno comprende lo que le hace enfadar, sabe qué busca y busca donde puede encontrar, sólo entonces puede avanzar. 

Y si ya, sabiendo en qué consiste hacer pompas de jabón, quiero jugar, simplemente reiré y disfrutaré mientras juego, sino, a otra cosa mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario