domingo, 28 de enero de 2018

Y ... ¿de repente?, ¡magia!

En algunos aspectos me inicié a temprana edad a encontrar las 999 formas de cómo no hacer una bombilla. Menos de lo que muchos tardan en tan sólo intentar encender las 10 primeras, yo ya andaba contando la 510.

No es por colgarme medallas, porque las explosiones previas ya están a mis espaldas. Debe ser por lo que mi padre dice de que siempre he querido ser mayor. Ese afán por descubrir, aprender. Mi curiosidad.

Y eso es una ventaja, fundamentalmente si aprendes a tolerar las frustraciones y convertirlas en lecciones.

Te da ventaja temporal, porque si no te rindes, te acerca antes a «la meta».

Seguro que hay muchas otras facetas en las que no haya empezado a romper la primera lámpara, pero en algunas admito con emoción que comienzo a entrever la magia de los sueños hechos realidad, que aunque magia le diga por la sensación vibrante y luminosa que produce, está lejos de ser un hallazgo azaroso.

No hay sensación más placentera ni que incremente más la confianza, el autoconcepto y la motivación que sorprenderse a uno mismo haciendo lo que proyectaba como ideal. De repente, un día, ¡Chas! Todo fluye, te encuentras, ves tu camino nítido, claro.

Eso es lo que un día me explicaban y no entendí.
Magia.
Pero magia es tesón.
Magia es confiar.
Magia es trabajo duro.
Magia es poner la piel y el corazón.

La magia es lo que viene después de la caída y la lección.

Estoy contenta. Me equivoque o no, es la forma que elijo yo.

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